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Su nombre contiene una mezcla entre el latín, el sánscrito, el persa y el árabe clásico.

Ya en el antiguo Egipto se creía en sus propiedades medicinales, para las que se usaba en polvo. También tenía un uso importante en joyería y solía ir acompañada de un escarabajo incrustado, ya que ambos se consideraban sagrados, tanto el insecto como la piedra. Los egipcios tenían también predilección por incluir esta piedra en las máscaras funerarias.

Ya en la Edad Media, su importancia vino de la mano de una de sus características más útiles: su uso como pigmento. El polvo de este mineral recibe el nombre de lazurita y era muy codiciado por los pintores por el intenso azul que aportaba a cualquier cuadro. Los pintores del Renacimiento europeo fueron los más interesados en su pigmento por la gran durabilidad y estabilidad que tenía.